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miércoles, 10 de febrero de 2016

Claudio Rodríguez (ajeno)

Largo se le hace el día a quien no ama

y él lo sabe. Y él oye ese tañido


corto y duro del cuerpo, su cascada


canción, siempre sonando a lejanía.


Cierra su puerta y queda bien cerrada;


sale y, por un momento, sus rodillas


se le van hacia el suelo. Pero el alba,


con peligrosa generosidad,


le refresca y le yergue. Está muy clara


su calle, y la pasea con pie oscuro,


y cojea en seguida porque anda


sólo con su fatiga. Y dice aire:


palabras muertas con su boca viva.


Prisionero por no querer, abraza


su propia soledad. Y está seguro,


más seguro que nadie porque nada


poseerá; y él bien sabe que nunca


vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,


¿cómo podemos conocer o cómo


perdonar? Día largo y aún más larga


la noche. Mentirá al sacar la llave.


Entrará. Y nunca habitará su casa.




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